5/10/2022
El ecosistema digital está en constante movimiento. Las redes sociales, como parte fundamental de este entorno, permanentemente navegan dentro de un mar de nuevas funciones y maneras emergentes para mantener el interés del público. Sus conversaciones y las dinámicas que las moldean son un insumo de mucho valor para la investigación digital, y en especial para responder a las preguntas sobre cómo interactuamos en Internet y de qué manera se construye la opinión pública en estos espacios.
Es por eso que los cambios en las redes sociales y su necesidad de actualización imponen grandes retos metodológicos a organizaciones que, como Linterna Verde, utilizan las conversaciones en redes sociales como insumo para su trabajo. A continuación, les contamos tres modificaciones recientes que pueden alterar los métodos de la investigación digital.
En agosto de este año, Twitter introdujo la función de Círculo, que permite a los usuarios elegir quién puede ver e interactuar con su contenido. Con esta herramienta, las publicaciones que sean enviadas a un círculo aparecerán con una insignia verde debajo y solo podrán verlas aquellas personas seleccionadas, restringiendo también la opción de dar retuit o compartir. Por supuesto, esto supone un giro en las dinámicas de interacción con las que se gesta el debate público, especialmente en una red social como Twitter que se ha caracterizado por brindar un espacio abierto para la discusión.
El cierre y la privatización de algunas conversaciones restringe partes del debate que antes era público y crea zonas grises que impiden tener un panorama completo del ecosistema digital. Para organizaciones como Linterna Verde, acceder a la conversación en Twitter representa una estrategia de análisis sobre la construcción de opinión pública en redes sociales. Ahora, con la implementación de esta función, la plaza pública que servía para visibilizar distintos actores, posiciones y narrativas, se traslada en parte a corredores privados que cierran la posibilidad de conocer cómo se conforman las conversaciones digitales.
También en Twitter, la posibilidad de editar publicaciones puede implicar un nuevo reto para la investigación digital. Recientemente, la plataforma activó un botón de edición con el cual los usuarios pueden realizar cambios en sus tuits después de haberlos publicado. La función, que ya se está probando en algunas cuentas, podrá utilizarse varias veces en los 30 minutos siguientes a su publicación y aparecerán con un icono, una marca de tiempo y una etiqueta que avisa que el tuit original ha sido modificado. La compañía afirmó que la etiqueta contendrá un historial con las versiones anteriores de la publicación para no dañar la integridad de la conversación.
Si bien es cierto que esta función es aún una prueba que está poniendo en marcha la plataforma, las implicaciones de su implementación pueden tener resultados negativos para la investigación. La edición del contenido de cada tuit puede modificar la manera en la fluctúa el debate y, con ello, se pierde el dinamismo característico de los argumentos o las posiciones que van alimentando la conversación en la medida en la que se suman actores o aparecen nuevos acontecimientos.
Con esta medida, puede alterarse el verdadero significado de algunas interacciones como los me gusta o los retuits. Este es un punto altamente relevante pues son justamente esas interacciones las que rigen las métricas que sirven de insumo para medir el impacto de una intervención en el debate digital.
La irrupción de TikTok en el ecosistema digital ha terminado de fijar un nuevo paradigma: el de los sistemas de recomendación, que podría dejar atrás la noción de redes sociales que hemos construido en los últimos años. Bajo este paradigma, las plataformas no son tanto lugares de encuentro entre personas, sino que se basan en interacciones directamente con el contenido, más allá de quién lo produzca.
Facebook, Twitter e Instagram han cambiado el orden de sus pantallas de inicio para ofrecer a los usuarios contenido que sus algoritmos consideran que generará mayor interacción y permanencia en las plataformas. Actualmente el 15% del contenido que vemos en Facebook son recomendaciones y Mark Zuckerberg proyecta que esa cifra aumente al 30% para finales de 2023. Aunque está medida parece un cambio de forma, lo cierto es que afecta directamente la manera en la que se dan las interacciones dentro del ecosistema digital, especialmente entre los creadores de contenido y los usuarios.
En Linterna nos preguntamos si está medida hará que los usuarios pasen de una interacción activa a una pasiva, quitándole peso a los pequeños engranajes que, en conjunto, le dan forma al ecosistema digital y al debate público. Con el cambio, la formación de opinión pública pasaría a estar atravesada por el contenido que el algoritmo dispone a cada usuario y, en consecuencia, determinaría el cuerpo de la discusión en las redes sociales.
El debate público es un insumo fundamental para la investigación digital. Sin embargo, este tipo de actualizaciones hacen que acceder a él sea cada vez más difícil. Por un lado, obligan a las organizaciones de investigación que trabajan estos temas a estar en constante atención sobre los nuevos cambios. Por otro, imponen una necesidad de constante renovación en las metodologías de observación y análisis dentro de las plataformas.
Las nuevas funciones de Twitter y la paulatina conversión de las redes sociales en sistemas de recomendación hacen parte tan solo de los cambios más recientes a las plataformas. Respecto a estas compañías, la única constante es que todo cambia. La actualización es un asunto de supervivencia para las plataformas, como lo es para los investigadores adaptarse para seguirle la pista a la opinión pública en redes sociales.